martes, 25 de mayo de 2010

Un drama bien parisino, Alphonse Allais





Capítulo I


Donde se traba conocimiento con un caballero y una dama que hubiesen podido ser felices, sin sus eternos malentendidos


¡Oh que ha sabido escoger bien,
el parroquiano!
Rabelais


En el momento que comienza esta historia, Raúl y Margarita (un bello nombre para los amores) estaban casados desde hacía cinco meses aproximadamente.

Matrimonio de conveniencia, por supuesto.

Raúl, una bella tarde, escuchando a Margarita cantar el bonito romance del coronel Henry d’Érville:

El aguacero, querido por la rana

Perfuma el bosque rejuvenecido

… el bosque, es como Nini.

Se siente bueno cuando se lava

Raúl, decía yo, se había jurado que la divina Margarita (diva Margarita) no pertenecería jamás a otro hombre que no fuera él mismo.

El matrimonio hubiera sido el más feliz de todos los matrimonios, sin el mal carácter de los dos conyugues.

Por un sí, por un no, ¡crac! un plato roto, una bofetada, una patada en el trasero.

Por todos esos ruidos, el Amor huía afligido, esperando, en la esquina de un gran parque, la hora siempre cercana de la reconciliación.

Entonces, besos sin número, caricias sin fin, tiernas y bien informadas, unos ardores de infierno.

Era posible creer que esos dos cochinos se peleaban sólo para darse la oportunidad de hacer las paces.


Capítulo II


Simple episodio que, sin ligarse directamente a la acción, dará a la clientela una idea sobre la manera en que viven nuestros héroes



Amor en latín hace amor
Por lo que proviene del amor la muerte
Y, antes, preocupación que muerde,
Duelos, lloros, trampas, renuncias, remordimientos…
(Poema de amor)


Un día, sin embargo, fue más grave que de costumbre.

Una tarde más bien.

Ellos habían ido al Teatro de Aplicación, donde representaban, entre otras piezas, La Infiel, del señor de Porto-Riche.

Cuando hayas visto lo suficiente a Gordoclaudio, rechinó Raúl, me lo dirás.

Y tú, vituperó Margarita, cuando conozcas a la señorita Moreno de memoria, me pasarás los anteojos.

Inaugurado con ese tono, la conversación no podía terminar sino con las más lamentables violencias recíprocas.

En el coche que los trajo de regreso, Margarita tomó placer en rascar sobre el amor propio de Raúl como si fuera una vieja mandolina fuera de uso.

Por eso, no bien entrados en la casa, los combatientes tomaron sus posiciones respectivas.

Con la mano levantada, la oreja dura, el bigote como el de los gatos furibundos, Raúl caminó hacia Margarita, quien comenzó a sentir que no las tenía todas consigo.

Margarita huyó, furtiva y rápida, como hace la cierva al esquivar a los cazadores.

Raúl iba a atraparla.

Entonces, la luz genial de la angustia suprema fulguró en el pequeño cerebro de Margarita.

Volviéndose bruscamente, se lanzó en los brazos de Raúl gritando:

Te lo suplico, mi pequeño Raúl, ¡defiéndeme!


Capítulo III


Donde nuestros amigos se reconcilian como les deseo a ustedes que se reconcilien frecuentemente, a ustedes los que cometen travesuras


“Hold your tongue,
please”
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Capítulo IV


Cómo se podrá constatar que la gente que se mete en lo que no le importa haría mucho mejor quedándose tranquila


¡Es estupendo eso de que el
mundo se vuelve rosado
después de cierto tiempo!
(Palabras de mi conserje la
mañana del lunes pasado)


Una mañana Raúl recibió el mensaje siguiente:

“Si usted desea, una vez por azar, ver a su mujer en excelente humor, vaya entonces, el jueves, al baile de los Incoherentes, en el Molino Rojo. Ella estará allí enmascarada y disfrazada de piragua congolesa. ¡Al buen entendedor, pocas palabras!

Un amigo”

La misma mañana, Margarita recibió el mensaje siguiente:

“Si usted desea, una vez por azar, ver a su marido en excelente humor, vaya entonces, el jueves, al baile de los Incoherentes, en el Molino Rojo. Él estará allí enmascarado y disfrazado de templario de finales de siglo. ¡Al buen entendedor, pocas palabras!

Una amiga”

Las notas no cayeron en la oreja de dos sordos.

Disimulando admirablemente sus intenciones, cuando llegó el día fatal:

Mi querida amiga, dijo Raúl con su aspecto más inocente, voy a estar forzado de dejarte hasta mañana. Intereses de la más alta importancia me llevan a Dunquerque.

Eso me viene bien, respondió Margarita, deliciosamente cándida, vengo de recibir un telegrama de mi tía Aspasia, la cual, en grave padecimiento, me llama a su cabecera.


Capítulo V


Donde se ve a la loca juventud de hoy girar en torno a los más quiméricos y efímeros placeres, en lugar de pensar en la eternidad


“Mi quiero ver ecstasis
La vido es tan bello”
Auguste Marin


Los ecos del Diablo encerrado han sido unánimes en proclamar que el baile de los Incoherentes revistió este año un resplandor desacostumbrado.

Muchas espaldas y no pocas piernas, sin contar los accesorios.

Dos asistentes parecían no tomar parte en la locura general: un Templario de finales de siglo y una Piragua congolesa, ambos herméticamente enmascarados.

Al sonar las tres de la mañana, el Templario se acercó a la Piragua y la invitó a venir a cenar con él.

Por toda respuesta, la Piragua apoyó su pequeña mano sobre el robusto brazo del Templario, y la pareja se alejó.


Capítulo VI


Donde la situación se enreda


“- I say, don’t you think
the rajah laughs at us?
Perhaps, sir”
Henry O’Mercier


−Déjenos un instante, le dijo el Templario al mesonero del restaurant, vamos a elegir nuestro menú y luego le llamaremos.

El mesonero se retiró y el Templario cerró cuidadosamente la puerta del apartado.

Después, con un movimiento brusco, luego de quitarse su casco, arrancó el antifaz de la piragua.

Ambos lanzaron, al mismo tiempo, un grito de estupor, no reconociéndose ni el uno ni el otro.

Él, no era Raúl.

Ella, no era Margarita.

Se presentaron mutuamente sus disculpas, y no tardaron en trabar conocimiento gracias a una pequeña cena, y no les digo más allá de eso.


Capítulo VII


Desenlace feliz para todo el mundo, salvo para los otros


“Bebamos el vermut granadino,
esperanza de nuestros viejos batallones”
George Auriol


Esta pequeña malandanza sirvió de lección a Raúl y a Margarita.

A partir de ese momento, no se pelearon nunca más, y fueron perfectamente felices.

Ellos no tienen aún muchos niños, pero eso ya llegará.

...

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