A Anna Feuerberg, porque cree
Fue a la sombra venerable de una higuera. Yo me vestí de vos para ser todo lo que quería ser sin mí. Vos te dejaste vestir de mí porque sabías que no eras yo sin vos. No crecía el pasto entre nosotros. Nada. Unos higos nuevos y caídos daban periódico relieve a la planicie. Yo conocí de a poco un cuento de hadas cuyo género no quiero aún develar. Vos me viste cerrar los ojos y partir hacia un lugar antiguo y futuro que no creías más miserable que el sol que de arriba de la planta nos asombraba. No fue un solo pájaro el que nos despertó del miedo. Tampoco del amor. Dale que me quedo sin mí me diste por respuesta y yo no me quise desvestir. Pude sentir las primeras ráfagas de sol adentro. E irse. Pude saber la voluntad de un dios. E irse. Finalmente me quedé más solo que la higuera sobre la piel sensible de nuestras cabezas. Te dejé el corazón pegado a la ropa cuando me fui. Me fui desnudo. Como llegué. Como seguí. Como me voy.
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